Ahora que hablo Bahasa… me voy de Indonesia. ¿Porqué me
pasará siempre igual? Creo que mi culo, además de grande, como no se han cansado de
recordarme todas las mujeres balinesas, es muy inquieto. Así que parece que ha llegado
el momento de cambiar de asiento ¡¡que este ya está calentito de más!! Se de
donde vengo pero no se adonde voy y, lo mejor, tampoco me preocupa… Indonesia
me ha demostrado que si uno quiere, puede, así que pa´lante con el siguiente
deseo que no es gerundio pero mola mucho.
Como alguien me dijo cuando
acababa de llegar, en Bali las cosas buenas son muy buenas y las difíciles lo
son mucho más. ¡Qué razón tenía! Estos algo más de dos años en Indonesia han
sido una experiencia intensísima, para lo bueno y para lo difícil. Aterricé con
mucha ilusión, sin ideas preconcebidas pero con alguna que otra expectativa, de
las cuales ninguna se ha cumplido, y por supuesto, lo nunca imaginado ha
ocurrido, así juega la vida.
De entre lo deseado y no cumplido: conocer al
hombre de mi vida y formar una familia, (esta es la Antoñita la Fantástica que llevo
dentro, que aún se piensa que los príncipes azules existen); conseguir un trabajo
social pagado (¡no he ingresado un chele desde hace bastantes meses!); asentarme en un mismo lugar más de dos años...
Por otro lado, nunca imaginé que conseguiría montar un proyecto social en un país totalmente desconocido desde cero y sin apoyo externo, y con resultados más allá de lo imaginados; que aprendería a hablar
Bahasa Indonesia en menos de 6 meses; que me sacaría un título de profesora de
yoga; que presenciaría dos exorcismos; que tendría que aprender a la
fuerza cómo funciona el sistema legal en este país; que recibiría amenazas
escritas y conseguiría mantener la cabeza fría; que me embarcaría en una
sociedad no deseada con una socia menos deseada aún; que me reconciliaría con
la religión y redescubriría la vida espiritual; que dormiría con el croar de ranas y me despertaría con el primer rayo de sol; que saldría a la luz mi espíritu
motero; que interactuaría con orangutanes, que fotografiaría dragones de
Komodo, bucearía con mantas rayas y tiburones, que viviría terremotos, subiría
volcanes, celebraría lunas llenas y nuevas cada mes, que muchos de mis amigos
tendrían más de 60 años…
Menos mal que nací con un gran
corazón (en el sentido literal de la expresión y médicamente demostrado), lo que
me permite ir repartiendo pedacitos por este mundo. Porque os aseguro que aquí en
Indonesia, con sus gentes y con mis amigos, se ha quedado un buen trozo. Os dejo con algunos de los
lugares, instantáneas y personas que me han “robado” un pedacito de
corazón…
Ha sido un placer vivir a este lado del Planeta.
Gracias a todos y todas y...
¡Hasta Pronto Indonesia!