jueves, 24 de febrero de 2011

La Vida Continúa...



13 de febrero de 2011. Un año, un mes y un día después del terremoto me dirijo por fin a Puerto Príncipe. Nunca he estado, estoy impaciente, exxpectante, hasta un poco asustada diría. Salgo a las 8 de la mañana de Santo Domingo, me espera un largo viaje y no quiero retrasar la expedición. Una guagua de 4 horas hasta Tamayo. Allí debo encontrarme con Beneco, el responsable de CEDESO, organización con la que vamos a identificar un posible proyecto en la zona.

Es un día soleado, hace calor fuera aunque no sofocante. Los horarios dominicanos siempre son relativos. Yo llego a las 11:45 a Tamayo, a tiempo para salir hacia Jimaní, la frontera sur, a las 12:00, como habíamos previsto. No salimos hasta la 13:30, y además hay que parar a comer en el camino..."ya tu sabes".  La carretera llegando a la frontera se estrecha, se empina y se curva. Beneco me explica que durante los días y meses siguientes al terremoto muchas "patanas" (los grandes camiones que traían de todo), se precipitaron por los barrancos por no conocer las fuertes pendientes de la estrecha y curvada carretera.

El Lago Enriquillo

La antigua aduana, reivindicada por el crecimiento del lago
Llegamos a la frontera sobre las 4 de la tarde, muy diferente a la Frontera Norte. En vez de un rio hay un lago, el Azue, continuación del inmenso Lago Enriquillo, como se llama en el lado dominicano. El paisaje es un tanto desértico...  No me imagino este lugar colapsado de coches, camiones y gente,... pienso en  lo que debía haber sido este lugar en los días y meses posteriores al terremoto. Un ir y venir frenético de cosas y más cosas, gente y más gente, el caos auténtico. El sitio no está preparado: ahora entiendo que la única opción posible era dejar la frontera abierta, sin controles, sin tapujos, la caída de un muro. No se habló de ello, claro era irrelevante en medio de otras noticias más importantes, pero las oficinas aduaneras de la frontera Sur quedaron literalmente engullidas por la crecida del lago después de las tormentas Olga y Noel del 2008. El lago, que estaba por debajo del nivel del mar, comenzó entonces a reivindicar su territorio, y se expandió inundando edificios y abnegando campos de cultivo. Aún se ven los antiguos edificios sumergidos bajo las aguas....y parece que el lago aún no está satisfecho con sus conquistas...

El Lago Azué

Llega el carbón

Al cruzar al lado haitiano el paisaje parece un tanto marciano: el inmenso lago llega al borde de la carretera, que ha tenido que ser "subida" varias veces, presa por un lado por este inmenso mar fuera de lugar, una montaña de piedra caliza blanca por el otro, no hay salida. ¿Sobrevivirá la carretera a las ambiciones del lago? Alrededor poca actividad:  una pequeña barca que trae carbon desde la otra orilla, alguna vaca trata de pastar, aunque yo no veo nada verde.

Ya estamos en la única carretera, la que llega a Puerto Príncipe "todo derecho": es estrecha y va pasando por todas las comunidades de la provincia hasta llegar a la capital, más o menos a una hora y media de la frontera, dependiendo del tránsito, claro. Hoy dormiremos en Criox de Bouquets, un barrio a las afueras de la capital donde CEDESO tiene una oficina. Llegamos ya de noche y es dificil entrever lo que me rodea.
Beneco me despierta a las 5:30 hora dominicana, una hora menos en Haiti.  Hoy es el día de los enamorados y en Dominicana celebran también el día de la amistad, imagino que así es muuuuuuuuuucho más rentable el negocio...difícil escapar al Dios global del consumo. Hay que salir temprano para evitar los enormes atascos de entrada a Puerto Príncipe. El primer destino es Leogane, la ciudad más cercana al epicentro del terremoto, una de las más afectadas y donde CEDESO tiene varios proyectos. Es noche cerrada cuando salimos pero hay gente por doquier. Increíble, no alcanzo a ver mucho, es la hora más oscura, justo antes del amanecer..., tengo la sensación de que toda esta gente está literalmente "poniendo las calles", abriendo paso, junto con la luz, al despertar de una ciudad. Hombres, mujeres y niños se afanan por coger el transporte correspondiente. Los camiones circulan atropelladamente por las carreteras. "Hemos salido tarde", me dice Beneco, ante mi absoluto asombro, ¿tarde las 4:30 am? Está claro que aquí el ritmo biológico no tiene nada que ver con el mío.

Los "ponedores" de calles
Despertar a la entrada a Puerto Príncipe: 5:00am
El amanecer va iluminando cosas que hasta ese momento permanecían ocultas, distantes al alcance de los faros del coche. La ciudad empieza a dibujarse lentamente, a tomar forma, a colorearse, dejando atrás el mundo de la sombras para sumergirnos en un mundo de technicolor, pero opaco. Hay polvo, muchísimo polvo. Las luces de la ciudad aún iluminan el camino, las gentes montando los puestos del mercado, la visión aún es limitada y mi cámara no tiene tiempo suficiente de captar las imágenes nítidamente desde el coche en movimiento que esquiva una secuencia interminable y variopinta de obstáculos.

El arte haitiano en technicolor



La carretera es un desastre, básicamente. Hay agujeros y baches por todas partes, y los conductors haitianos parecen hacer rallies de velocidad desafiando cualquier prudencia, parece terroristas del volante. Me dice Beneco que no pasa un día sin que vea un accidente mortal, espero que no me toque. El sol comienza a "sacar a la luz" cosas hasta ahora permacecían escondidas: está todo lleno de mierda, hay basura y barro por todas partes, me recuerda a la India. Hay pocos árboles o ninguno. Todo parece estar cubierto de blanco polvo. Tengo que ponerme el pañuelo en la nariz para respirar, hay un velo de polvo constante en el ambiente que hace dudar si lo que se ve es una ilusión o realidad.


... Y de repente empiezo a verlas: carpas por todas partes, azules o blancas, estan por todas partes.





Son las carpas de los desplazados, de todas las personas que se han quedado sin casa, que no se atreven a regresar por miedo a que se les caiga encima lo que quedó en pie, gente que estaba alquilada y que ahora no tienen otra opción. Incluso hay carpas en los patios de las casas que se han caído o que han quedado a medias. Una visión desoladora. Aún estoy medio dormida, no consigo reaccionar ante todo lo que veo. Mi cámara se dispara sin control, pero no se lo que está captando, estoy aturdida. A lo lejos siempre mire adonde mire, hay una montaña llena de casas, me recuerda a la definición que he oído a los haitianos decir sobre Puerto Príncipe, "Deye mon, gen mon", "tras una montaña, otra montaña". En el camino pasamos por Cite Coleil, Carrefour, Martissant, da igual adonde mires, las carpas aparecen de repente como las setas en otoño, por todas partes y sin previo aviso.

Estamos circunvalando Puerto Príncipe por el malecón, pero yo no veo el mar y para nada parece que pueda resultar mínimamente agradable pasear por él. Sin embargo, en un momento atisbo el océano, y me parece increíble que semejantes azules, llenos de paz y calma, puedan estar tan cerca de visiones tan perturbadoras.
Poco a poco vamos saliendo de Puero Príncipe y empieza a verse cada vez más verde, más arboles, menos mal. Llegamos a Leogane, y empezamos por una visita a un orfanato, al lado de la sede de la ONU. Son niños y niñas huérfanos, o no, cuyo orfanato se derrumbó con el terremoto. Ahora vivien en pequeñas casas de madera construidas con el apoyo de CEDESO y muchos españoles. ¡¡¡GRACIAS!!!!






Visito varios orfanatos y escuelas que se han tenido que reubicar en las carpas temporales que UNICEF y otras organizaciones han donado. La temporalidad de estas carpas, prevista en la ley de acción humanitaria en 6 meses, se ha traspasado hace tiempo. No hay otra opción. Solo hay un profesor para unos 35 niños de diferentes edades y niveles, se reparte entre el calor sofocante de las dos carpas. Las casas donde se alojan los niños son frágiles estructuras de madera cubiertas de loneta, no hay quién aguante aquí dentro a pleno sol.

Hay un orfanato que ha resistido al terremoto, uno de los pocos edificios de Leogane que ha quedado en pie, como dien aquí la mayoria "se fueron". Este orfanato tiene 37 niños de diferentes edades, todos sobrevivieron al terremoto, no asi al colera, no se puede tener todo. A la entrada hay que lavarse las manos  y las suelas de los zapatos con cloro: hace un mes se enfermaron nueve niños de colera, uno de ellos murió.

El mercado de Leogane post-terremoto

Visitamos uno de los campamentos de desplazados. La señora Elianne, de unos setenta años de edad, prepara Mamba, una crema de cacahuetes muy típica de Haiti, en la parte exterior de su casa. Su nieto observa fijamente mi cámara. Le pregunto si me enseña su casa, no me contesta. Es mudo, me dice la abuela. Me llama la atención el sistema de canalización de agua de lluvia que se han inventado los de "Samaritans Purse", la organización que ha donado y montado las casas. Las paredes son de loneta, no hay ventilación interior, el calor es sofocante, así que sus residentes improvisan "patios" a las afueras de las carpas. Este campamento tiene la suerte de que el dueño del terreno no les ha echado. Otros no han sido tan afortunados.

Una mirada sorda

Preparando Mamba

Vida dentro de una carpa... ¡¡fijaos en el sistema de canalización de agua!!
Son las 14:30, y vamos camino a Puerto Príncipe, estoy nerviosa. Ahora la visión es muy diferente a la de esta mañana. Se perciben bien todos los colores, los detalles. En la carretera de camino pasamos por dos hospitales de MSF, un CTC (Centro de tratamiento de Colera) y otros muchas bases temporales de las organizaciones internacionales. Hay coches, camiones y furgonetas de la ONU por todas partes, de MSF, de Oxfam, de Unicef, esta lleno.
Mi primera impresión de la ciudad: esta llenísimo de gente, hay gente por todas partes, menudo caos, menudo ruido, cuanto polvo, cuanta mierda, tremendo tráfico.... a simple vista podría ser cualquier ciudad del africa subsahariana, o de cualquier país latino. La vida parece transcurrir de manera normal. Gente cogiendo el bus para volver a casa, estudiantes que salen de la escuela o la universidad, comerciantes en sus puestos vendiendo mercancías, todo parece normal. Sin embargo, al lado de toda esta normalidad, edificios a medio caer, cuarteados, carreteras y transeuntes que desvían sus pasos para evitar los escombros... nadie parece asombrarse de las visiones que hacen que mi cámara esté en modo disparo contínuo. No doy crédito. Es como si los habitantes de Puerto Príncipe le hubieran dado la espalda a lo ocurrido, y hubieran tirado pa´lante. No se ve reconstruccion alguna.

Portail Leogane, Port au Prince








Beneco me cuenta su experiencia cuando llegó a Puerto Príncipe el día 13 de enero de 2010. Cogió un motor para ir a ver a su gente, para asegurarse de que estaban bien. Despues le dijo al señor que le diera una vuelta para ver la magnitud del desastre. Una hora más tarde tuvo que dejarlo, era incapaz de soportar la visión. Dice que ese día se emborrachó.

Vamos al Palacio Presidencial. Hay unos señores subidos en lo alto, quizás lo vayan a reconstruir por fin. Mientras tomo fotos se me acerca un vendedor de pinturas. Dice que el Palacio se cayó porque es un lugar "maldito", porque ahi ha habido mucha corrupción... me hace gracia el comentario. Es una forma de verlo...

Alrededor del palacio más y más carpas, letrinas portatiles y más carpas. Los grandes jardines verdes que rodeaban el palacio han desaparecido, y se ha sustituido por un conglomerado de tiendas tipo chabolas. Es como si hubiera surgido una fabela por generación espontanea. Uno tiene la impresión de que esto llevara asi toda la vida. Las mujeres se las apañan para cocinar, han montado sus pequeños negocios de subsistencia en las carpas, la vida parece llevar así, de esa manera y en ese lugar, toda la vida. Este terreno es del gobierno, por lo que de momento no parece que les vayan a echar. ¿Cómo piensa el gobierno realojar a toda esta gente? Sinceramente, no tengo una respuesta, y no creo que nadie la tenga. Creo que habrá que esperar aún bastante tiempo para que alguien pueda responder..., para empezar imagino que hay que esperar al resultado de las próximas eleccciones...

Ya son las 17:00. Continuamos la marcha. El tráfico se vuelve denso en la ciudad, hay mucho polvo, escombros y gente por todas partes. Pienso en lo rápido que los haitianos parecen haber rehecho su vida y Beneco me dice, bueno, la mayoría de estas personas están traumatizadas, ahora necesitamos mucha ayuda psicológica. Me empieza a pesar el agotamiento de este ritmo Beneciano, ¡este hombre está hecho de otra materia prima, menudo aguante! De vuelta a Croix de Bouquets paramos en una gasolinera a la salida de la ciudad. Al parecer es un famoso lugar de encuentro. Está lleno de parejas de enamorados que van a celebrar el día 14 de febrero, vestidos de rosa y ajenos a los escombros y otras incertidumbres que les rodean.

Pruebo la cerveza haitiana, la Prestige. Esta riquísima. Me tomo tres y acabo emborrachándome y disfrutando con Beneco de la visión del amor, mayoritariamente adolescente, que nos rodea. Así es amigos, la vida en Puerto Príncipe continúa...

1 comentario:

Moi dijo...

Querida Arianne, termino la lectura con el corazón sobrecogido. Es increible que todo esto este pasando, o mejor dicho, que nada esté pasando, en esa parte del mundo después de todo lo que ha pasado. Es increible la capacidad del ser humano. Es increible que haya tanta gente anonima trabajando de sol a sol por otros... es lo peor y lo mejor del ser humano concentrado en pocos kilometros. Leyendo esto Arianne, entiendo porqué que sientes tan viva con tu trabajo y con esta nueva forma de vida que has escogido. Gracias por tener la capacidad de enfrentarte y vivir algo asi, y sobre todo gracias por contarnoslo, pues para mi es siempre ese contacto con la realidad que se nos escapa a los que aquí vivimos acomodados. Te quiero mucho y te admiro. Cuca