viernes, 22 de julio de 2011

De Príncipes y Cenicientas


Empiezo a conocer a los Balineses. Tras esas sonrisas amables, constantes y poco afiladas, se esconden muchas emociones contenidas, muchas realidades aparentes, muchas historias no contadas. Ellos aparentan calma, buen humor, paciencia, amabilidad, ingenuidad.  Las miradas de ellas son más pícaras, más curradas, más sabias, en ocasiones más cansadas.
Observando se aprenden muchas cosas, entre ellas que es esta una sociedad machista oculta a la vista pero muy arraigada en la tradición.



Ellos: son los herederos, los que reciben todas las bendiciones, los que han de ir mejor vestidos a las ceremonias. Aquí los hombres practican el arte de recibir  como en ninguna otra parte, quizás por eso tengan tan desarrollada su parte femenina: llevan pelo largo, pareos, flores y adornos en el pelo. Los hombres en Bali pueden tomar hasta 4 esposas sin ni siquiera tener que informar a la(s) esposa(s) anterior(es). Quizás les sirva para inspirarse en su quehacer femenino. El caso es que sea porque no le han dado un hijo varón (cosa que no depende de ellas, sino de ellos), porque trabaja fuera de casa y entonces no puede cumplir con sus obligaciones ceremoniales, o simplemente porque les apetece tener otra mujer, es sólo cuestión de querer otra esposa. Y lo más seguro es que además de la(s) esposa(s) oficial(es) el principito se busque una “toris” y se convierta en un Bali Boy para terminar de hacer el agosto.  Le saca la pasta a la amante extranjera para disfrutar un poco más de la vida dura del hombre balinés. Y la santa “ajo y agua”.  Porque claro está,  ella no puede buscarse otro, está mal visto.


Ellas: nacidas para encargarse de la casa, de los hijos, del marido y de sus padres, de las comidas, de los ancianos, de los animales, (excepto de los gallos de pelea, estos bellísimos animales son posesión y responsabilidad exclusiva de los hombres, que los cuidan y miman como ya les gustaría a muchas mujeres), del warung o cualquier otro negocio familiar… Y, sobre todo, las mujeres han de ocuparse del templo familiar y de hacer y poner las tres ofrendas diarias a dioses y demonios. O sea, como en muchas partes del mundo, siguen siendo unas super women, que trabajan de sol a sol, y que no sólo no reciben un salario por el trabajo que realizan, sino que además no está valorado. “Condenadas” a vivir en el Kompong familiar del marido, con padres, abuelos y otros hermanos, si su marido decide “tomar” otra esposa, ella debe quedarse en la casa y convivir con la segunda. Vamos, que el Kompong familiar se puede convertir en un harén en el que el señor principito hace y deshace a su antojo.  Si una chica jovencita se ve seducida por uno de estos principitos y queda embarazada sin estar casada, o lo hace o será rechazada por su la sociedad y por su propia familia.


Como ocurre en la India, a pesar de tener las cosas notoriamente más difíciles, las mujeres Balinesas son otro de esos ejemplos de personas con una fortaleza, paciencia, aguante y sabidurías envidiables. Y menos mal, porque estas cualidades realmente son necesarias en medio de semejante panorama.
En resumen, estamos de nuevo ante el eterno cuento del Príncipe y la Cenicienta, sólo que en esta versión oriental el Hada Madrina debe estar muy ocupada, o en paro, o ha debido perder facultades, porque ni carroza, ni vestido, ni zapatitos de cristal. Para las Cenicientas de Bali siempre son las 12 de la noche. 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola nena!!

Ya me queda menos para ir a ver, conocer, tocar, saborear todas estas historias alegres, tristes, dulces y amargas... pero siempre nuevas para nuestro ojo occidental. Y sobre todo ya me queda menos para verrrrrrrte a tiiiiiiiiiiii!!!!
Mua! Ici,