Está de moda criticar a los microcréditos, al igual que durante 5 años ha estado de moda alabarlos, adorarlos y fomentarlos. Una moda más, pero esta vez protagonizada por países y ciudades donde los desfiles de pobres son prácticamente los únicos existentes. Y mucho ha durado la moda….
¿Cómo se explica que durante 5 años todo el mundo haya creído ciegamente en esta herramienta que Mohammed Yunnus puso de moda, pero que no inventó, que pocos la hayan cuestionado, y que ahora de repente, quieran hundirla en la miseria?
Posiblemente porque quizás los intereses, de las mismas personas que vieron beneficios en todo esto en su momento, estén ahora en riesgo o en juego. O quizás porque no todo el mundo ha jugado a las mismas reglas. O quizás porque nunca se ha tenido como verdadera meta el alivio de la pobreza, sino el enriquecimiento de algunos, la perpetuación y extensión del sangrante sistema bancario a través de un nicho de mercado antes inalcanzable: los pobres. Así que de repente el microcrédito pasa de ser el hijo pródigo a ser el proscrito. Ni tanto ni tan calvo. Como todo en esta vida ningún extremo es bueno. Ni el microcrédito es el milagro anti-pobreza, ni es el timo de la estampita. Como todo, depende del cómo.