miércoles, 16 de enero de 2008

Aterriza como Puedas I

Pues eso. Aquí estoy, de vuelta en Madrid intentando aterrizar en el mundo occidental sin "accidentarme". Y es que por mucho que me preparo para el "shock post-vuelta" siempre me acaba sorprendiendo. No es la primera vez que vuelvo a Occidente después de un periodo largo en Oriente, y sigo teniendo problemas de aterrizaje. No importa cuantas veces revise mis alas antes de volver, ni cuanto me prepare para la llegada, siempre me sorprende.



Es como cambiar de Planeta sin coger una nave espacial, porque de repente todo es diferente. Ya se que estais pensando "no te jode, estás de vacaciones", y es cierto, pero no es ésta la única diferencia.

Me he pasado tres meses usando las mismas chanclas todos los días, llevando los mismos dos pantalones, cuatro camisetas cada vez más desteñidas y dos fulares/pareos de todo uso. He cargado la mochila a todos lados y cambiado de lugar al menos cada 4 ó 5 días. He vivido tres meses en la calle, en ciudades, en parques naturales, en playas, o sea, todo el día al sol y al aire libre, deslumbrada por los colores de las vestimentas, el brillo de los ojos y las sonrisas de las gentes. He pasado 3 meses con las manos sucias aunque me las lavara más que nunca y con el pelo constantemente enredado. He pasado 3 meses hablando cualquier idioma menos español, conociendo gente diferente todos los días. He pasado 3 meses viviendo según el ritmo solar del trópico norte, comiendo con las manos, bebiendo agua embotellada (esta regla es sagrada), dando mi ropa a lavar por 1 euro, viajando de un lado a otro en autobús, barco, tren, bici, moto, ... He pasado 3 meses sin pensar en el futuro, simplemente viviendo el presente, las novedades que me traía cada día y cada persona que iba encontrando.

He pasado 3 meses sin planes fijos, sin agenda, sin horarios, sin prisas, sin presión de tiempo. He pasado 3 meses viviendo como si tuviera todo el tiempo del mundo. De hecho, cuando tenía que esperar unas horas a que pasara el próximo autobús nunca me parecía una pérdida de tiempo. Siempre encontraba algo con lo que entretenerme, y normalmente no eran mis pensamientos los que me entretenían, sino las cosas que sucedían alrededor. Como dice Javier Reverte, "yo no hice el viaje, el viaje me hizo a mi."

Y de repente aterrizo en Occidente. Para empezar es invierno, con lo cual de chanclas nada, sol la verdad es que bastante aunque al aire libre resulta algo difícil estar mucho tiempo. Tengo ilusión de veros a todos y contaros mis aventuras, pero he olvidado que en Occidente las agendas existen para todo el mundo y a todas horas, y que aquí el futuro es casi tan importante o más que el presente, especialmente en Navidades, que cada vez duran más. De repente tengo que sacar de nuevo mi agenda electrónica para apuntarme las citas que tengo el próximo mes, yo que no sabía ni donde iba a dormir mañana.

El tiempo ha pasado a ser oro, como decía Constantino Romero. Así que ya no me parece tan entretenido tener que esperar al autobús o a un avión que se retrasa cuatro horas (y juro que no exagero), yo que me he pasado horas y horas muertas viendo a la gente pasar. Y aquí, cuando me he parado a mirar lo que me llama la atención es lo limpio y organizado que está todo, "asépticamente limpio" más bien, y también la cantidad de normas que hay, cada vez más y para todo. Tanto que cada vez somos más europeos, casi más que los propios europeos. He estado en la Precisa y adinerada Suiza de la vaca Milka y allí la gente sigue sin tener reglas de no poder fumar, por ejemplo. ¿No nos estaremos pasando?

El caso es que esto de las reglas es una de las cosas que más me ha llamado la atención de la vuelta, especialmente viniendo de la India, donde la única regla que hay es que "todo es posible". ¿Cómo va a haber normas de tráfico en un país en el que la vaca sagrada tiene la prioridad absoluta? A ver cómo le dices tú a la vaca que no se siente ahí, o sino le ponen una multa astronómica, y que si no la paga le embargarán la cuenta según no se qué artículo de no se qué ley... la vaca ya se ha dormido, y el sr. que vive en la acera, y el mendigo que patrulla la zona también...

Si consideramos además que estamos en un país en el que se cree firmemente que "hecha la ley, hecha la trampa", con tantas normas a ver como nos las ingeniamos para inventar tantas trampas. Entiendo que algunas leyes son muy necesarias para el buen funcionamiento de esta sociedad organizada en la que tratamos de vivir civilizadamente. Pero es que hay otras civilizaciones que simplemente tienen otra visión de la sociedad. Posiblemente porque cuando no tienes para comer la ley que prevalece es la de la superviviencia, y para esto vale todo. Así que allí las madres llevan a sus recién nacidos en los brazos en la moto con sus otros dos hijos y su marido, y es una afortunada, porque tiene moto. Ella nunca se va a plantear el riesgo de un accidente (que es infinitamente superior al nuestro), porque es aún mayor el riesgo de morir de enfermedad o de una picadura de una serpiente. Además, nunca tendría dinero para cumplir con las normas de seguridad para evitar las multas. La vida simplemente se ve de otra manera.

Pero llegar a casa es poder entenderte con todo el mundo, comprender SIEMPRE la carta de los restaurantes, no tener que preguntar a cada rato donde está esto o si estás en la dirección adecuada. Saber que aquí hay un bar que te recuerda a alguien, o que ésta es la antigua casa de una amiga, encontrarte con alguien que conoces por la calle, saber que hay mucha gente a la que quieres ver, recuerdos de este mundo que, aunque siga evolucionando, siempre será mi mundo.

Espero veros pronto a todos aquí o donde sea. Hasta entonces, sigo aterrizando.




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