jueves, 15 de julio de 2010

Saudades tuas





Siempre tengo saudades de Lisboa, el equivalente a la morriña que dicen tener los gallegos. Cada año, con la llegada del verano mis amigos de allí esperan mi llegada, saben que soy incondicional a "curtir o verao" en Lisboa, aunque no sólo. ¡No puedo creer que aún no haya escrito nada sobre esta ciudad!


Lisboa me cautivó desde que la pisé por primera vez: la decadencia de los edificios de antaño, que parecen haberse quedado atrapados en el recuerdo de aquel rey Sebastián que prometió volver y nunca lo hizo; la calzada portuguesa empedrada, imposible para los tacones; las "grelhas" donde hacen los mejores pescados a la brasa y las mejores sardinas que haya probado nunca; las capiroskas que tantas noches han animado mis juergas en el barrio alto; las kilométricas playas salvajes de mar abierto y difícil acceso, rodeadas de dunas y pinares; el café y las "tourradas" mañaneras; los puentes, ese milagro de la ingeniería que hace posible cruzar al otro lado de la inmensa desembocadura del Tajo; el tranvía tan deseado por todos los turistas; la ropa tendida cuidadosamente en todos los balcones; y la luz, esa luz de Lisboa, tan especial, una luz que brilla con más intensidad, iluminando todo como un cuadro de Sorolla, haciendo destellar los azulejos típicos y alimentando los jacarandás que dan ese olor tan característico a la ciudad en el mes de junio.



Meco, mi playa


El mirador de Pedro V


Puesta de sol en Meco











La vista desde el balcón de mi casa Lisboeta...¡quién la pillara de nuevo!


Lisboa á Noite

Lisboa tiene muchas cosas lindas que atraen y gustan a cualquiera, pero para mí es además el lugar en donde me reencontré conmigo misma. Aquí comencé a sentir la libertad que te da el seguir la llamada de tu corazón, el instinto, eso que te empuja a hacer lo que realmente necesitas, aunque parezca una locura. Lisboa me dió fuerzas para ser yo misma, para aventurarme hacia el descubrimiento de lo que llevo dentro.

Mi momento favorito en Lisboa es siempre cuando llego a la ciudad y cruzo "a ponte 25 de avril" con mi coche: estoy entrando en Lisboa, y en ese momento, cada vez sin excepción alguna, me embriaga esa misma sensación de libertad, de totalidad, su luz me llena de energía y la vista se me paraliza ante semejante espectáculo, combinación de la naturaleza y el exquisito gusto de los portugueses: he llegado a Lisboa, estoy en casa.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Cuanto vida hay en todos tus relatos!!! Si Lisboa te irradia con su Luz ha de ser porque tu has estado ahí.